Sunday, March 9, 2008

Sobre Globalización y Política

  • Lo que tenemos que fortalecer y alentar en México no es solo la economía, sino también una política fundada en la inteligencia. En ambos casos –economía y política- lo esencial es descifrar los hechos que definen el tiempo presente y actuar en consecuencia. Condenar genéricamente la globalización no revela una posición política racional, sino una sensible disminución en la capacidad de discernir lo que ocurre en nuestro entorno.

  • La globalidad de la economía, de las finanzas, de la transmisión del conocimiento y de la ciencia, de las grandes migraciones laborales, del flujo de capitales, pero, sobre todo, del intercambio de información y conocimientos, hacen del habitat humano una vasta cultura compartida.

  • Como nunca había ocurrido en siglos de historia escrita, las noción de autonomía en las decisiones del Estado se ha visto limitada por la creciente interdependencia de los países de esta tierra. El surgimiento de China –para citar un caso de gran relevancia- descansa en parte en el poder adquisitivo de los ciudadanos de aquellos países a los que mas exporta: Japón, Norteamérica y Europa. A su vez, las bajas tasas de inflación en Estados Unidos son sustentables por la oferta contínua y amplia en sus mercados de los productos de bajo precio que importa, mientras su industria manufacturera –que paga altos salarios- se contrae y pierde empleos.

  • El mundo es hoy, obligadamente, un espacio de convivencia. Un espacio informado al instante sobre las fluctuaciones de los mercados y los errores políticos de los gobiernos. Sobre los excesos y los crímenes de Estado. Sobre los sueños imposibles los líderes carismáticos y sobre sus delirios de grandeza. La propagación inmediata de toda decisión arbitraria de un Estado tiene consecuencias financieras y políticas muy rápidas, lo que impone, en la práctica, límites ciertos a la autonomía de las decisiones gubernamentales.

  • Con sobresaltos, México tomó hace mas de diez años la decisión de llegar a un acuerdo con Canadá y Estados Unidos sobre el libre flujo de comercio entre las tres naciones. Fue un acto de racionalidad económica y –además- la aceptación de una verdad irrefutable: Estados Unidos es el país en el que habita el mayor número de mexicanos fuera de nuestro territorio y México es el país en el vive el mayor número de estadounidenses fuera de Estados Unidos. Los intercambios entre ambas naciones –migratorios, financieros, comerciales, tecnológicos, educativos- son de gran magnitud y nuestro comercio bilateral era, cuando se firmó el tratado, el mayor del mundo. Hoy es el tercero. La República Popular China, previsiblemente, ha desplazado a México de ese sitio.

  • Como ocurre con tantos temas, el TLC suele discutirse con más pasión que conocimiento. Desde la atalaya en contra del tratado se esgrime la urgencia de revisarlo por razones que no se impugnaron suficientemente hace doce años, mientras que desde la atalaya opuesta sus defensores le otorgan al TLC una especie de intocabilidad sagrada, inviolable, declarando su posible revisión como una herejía. Paradójicamente, los tres precandidatos viables a la Presidencia de los Estados Unidos –Obama, Hillary y McCain- anuncian desde ahora la reapertura de NAFTA y sus posibles reformas.

  • El TLC es consecuencia de la globalización. Es la derivación mas significativa de ese proceso que transforma día a día la vida política y económica de todos los países. El TLC es un proyecto en marcha, exitoso en parte y gravoso en otras, que bien podría ser reexaminado por cualquiera de los países signatarios. Y si el voto demócrata lleva al Congreso de los Estados Unidos a suficientes legisladores que lo impugnen, o a un presidente que cumpla su palabra empeñada en campaña, el TLC será ciertamente revisado el año próximo. También es posible que nuestro Congreso decida revisarlo por razones suficientemente expuestas por la Confederación Nacional Campesina y otras fuerzas sociales.

  • Como el proceso mismo de globalización, el TLC es una operación inteligentemente concebida. Es un acuerdo en flujo, no una estructura osificada que se puede romper si alguien la toca. Partes de su texto ciertamente significan para los campesinos mexicanos un detrimento de sus ingresos o, para los obreros de la industria manufacturera de los Estados Unidos, una contínua pérdida de empleos en ese sector, uno de los mas dañados por la asombrosa globalidad de los procesos productivos. La movilidad del capital, de la tecnología y del conocimiento va acompañada también por la migración de los empleos, particularmente hacia donde la retribución de éstos es mucho mas baja que en los países industrializados.

  • Sin embargo, es imposible ignorar que México tiene una legislación laboral que tutela los derechos del trabajador y garantiza (aunque no siempre con éxito) salarios que son superiores a los que ofrecen, por ejemplo, ciertos países asiáticos, algunos de Africa y otros de América Latina. No es el nuestro –ni queremos que lo sea- un país donde una empresa puede instalarse para pagar salarios ínfimos, abaratar sus costos de producción y exportar a precios muy bajos. En sentido opuesto, somos una nación integrada en la que se puede confiar. Nuestra estructura legal y política otorga al inversionista del exterior garantías mas sólidas que las que derivan de una estructura de salarios de miseria.

  • Aquí, en México, están sentadas las bases para lo que este Congreso Mexicano de la Industria de la Construcción busca como objetivo central. Aquí existen en plena operación políticas para el desarrollo social y el crecimiento económico. Es cuestión tan solo de perseverar en la búsqueda de acuerdos, de puntos comunes de entendimiento y en la construcción de una vida democrática que se sustente en la inteligencia y el patriotismo de los partidos políticos.

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